El tío favorito.

Sí, lo soy.
Por que caer en falsas modestias.


Los seis varones, y la reina en camino, saben que el tío Jor, llega dispuesto a todo.
Patear, atajar, y relatar el partido a la vez.


Que tiene un ruido de escape para cada autito, o que se convierte en un francotirador letal, que infla los cachetes y aprieta los dientes para disparar.


Sumado a que le sobra actitud, para intentar esconder su cuerpecito dentro de un placard.

No es solo con mis sobrin@s, tengo un imán con l@s hij@s de mis amigos.

Y l@s perr@s. Que quedarán para otra historia.

Esto ocurre por dos razones.

La primera.

Tengo el conocimiento.

Pase mucho tiempo solo.

Mis viejos atendían el negocio todo el día.

Sé cómo se siente que tu única compañía sea un muñeco Rambo.
Conozco el valor real, de que alguien se tire al piso a jugar con vos.


L@s niñ@s, al igual que los animales, son más perceptivos que los adultos.

Saben que no juegan con el tío de casi cuarenta años.

Juegan con el Jor de seis.

Por otro lado, me parecen más divertidas y ocurrentes las charlas de niñ@s, que de adultos.

De ahí el éxito de Agrandadytos.


Señor, se le cayó el DNI.

La segunda razón.

Tengo el tiempo y la energía.

Aún no tengo hij@s.

Saben que pueden gastar hasta la ultima rayita de batería, que estoy sólo para ell@s.


¿Y sabes qué?

En las obras es igual.

Hay gente que no tiene el tiempo, ni el conocimiento.

Pero se consiguen un plano, unos albañiles, y se calzan el traje de directores de obra.

Se llama efecto «Dunning-Kruger».

Ante el desconocimiento, solemos sobreestimar nuestras habilidades.


Mientras menos sabemos, más confianza tenemos.
Más fácil nos parece.

Salí de ahí maravilla.

Entiendo que pienses sólo con el bolsillo.

Pero eso que pensás que te vas a ahorrar, se esfuma con el primer error, propio de la inexperiencia.

Lo pagás lidiando con gente, haciéndote mala sangre, y siendo el che pibe de la obra.

Creéme, estuve ahí, se paga con cuerpo, plata, y alma.

También están los que contratan un profesional.
Que tiene el conocimiento.
Pero no tiene el tiempo.

Y acaban atravesando el camino solos, sin atención.
Sintiendo que no les dan bola, porque su casa es una más, de las 20 que lleva en simultáneo el profesional.

Terminan yendo mas ellos, que la persona que contrataron.

Se quedan a mitad de camino.

Finalmente, están los que me contratan a mí.

Que trato a mis clientes, y sus casas, como si fueran mis sobrinos.

¡Que tengas un gran día!