Quién.

Según la biología, los primeros ocho años, marcan la esencia del ser adulto.


Soy hijo de comerciantes. 

Me crie detrás de un mostrador.

Desde la panza de mi vieja, tengo miles de horas de atención al público, que me enseñaron lo esencial.

Empezar con “buen día”, y terminar con “muchas gracias”. 

O que dar con alguien que quiere ayudar, es igual de importante, que conseguir el cosito del coso.

También comprobé el valor de la palabra.
Testeando con mi propio flequillo, que las tijeras cortaran tanto como mi viejo decía.
Y que una gauchada, algo tan simple, como que te lleven un tendal a tu casa, te puede alegrar el día.

Gentile es el negocio de mis viejos, mi apellido, y significa amable.

Una escuela de aptitudes sociales, a cargo de mi vieja, a la que intento honrar día a día.


Mi curiosidad es ingobernable.
De chico corría, cada vez que mi viejo hacía ruido en el galponcito.

Jorge “grande”, pertenece al selecto grupo de, “los que se dan maña para todo”.

Y como ayudante predilecto, pase horas viéndolo arreglar y crear cosas.
Soldando, cortando, lijando, pintando.
Corajudo.
Dándose maña.

Mientras silbaba y le buscaba la vuelta, yo ahí, encantado.
Contemplando.
Aprendiendo.

Su respuesta ante algún dedo magullado, una de mis frases favoritas.


“Al que nada hace, nada le pasa”.

De esos momentos estoy hecho.

Ese, es mi legado.


A lo que nunca le hizo Jorge “grande” es a la albañilería.
Ahí aparecía un personaje entrañable.
Se hacía llamar, “el viejo”.
Flaco, alto, el ruido de la cuchara y el olor a mezcla,
intactos en mi memoria.

Lo miraba pegar pisos, como si estuviese por hacer despegar un transbordador.
Se la pasaba recitando jingles de campañas políticas.
Y al igual que mí viejo, se la pasaba silbando.


Yo no entendía nada, pero tenía algo claro.
 

Quería ser uno de ellos.

Con el tiempo y la introspección les descifré el idioma.

El silbido, es la máxima expresión del aquí y ahora.

Ojo, nada que ver con el que se usa para mufar un penal.

Hablo de la suave melodía, de una canción la cual, se desconoce su letra por completo.

No me vengan con PBI, ni expectativa de vida.
La felicidad de un país, debería medirse en silbadores per cápita.
Prestales atención.
Son raros.


Andan contentos.


Saben la fórmula más simple y eficaz, de expresar gratitud.


Creer o reventar.
Lo hago a diario.
Saludar, resolver, y silbar.


Cuánta razón tiene la biología.
Sonríe, el niño que fui.


La parte más fresca de mi arquetipo profesional, se formó en la UTN.
Que primero, me dio amigos entrañables.
Luego, estructuró una mente reflexiva, que busca claridad, precisión, y eficacia.

Las decisiones nos determinan.

Y muchas veces nos olvidamos de ese poder.
Tomándonos el tiempo para reflexionar, podemos acercarnos a la verdad, a la decisión más acertada

Lo podés aplicar a la vida, la ingeniería y los negocios.
El pensamiento crítico es, el eje de mi trabajo, y una manera de ser. 

El cuarto componente, de quien soy, profesionalmente.


En fin.

Gentile, es honrar a los viejos, la gratitud mas profunda, y la ingeniería omnipresente.